lunes, 29 de diciembre de 2008

Noosa y Fraser Island

Hace poco más de 12 horas que el avión desde Brisbane me ha dejado de nuevo en la que temporalmente es mi ciudad. Atrás quedan algunas de las jornadas navideñas más peculiares hasta el momento.


El 23 pusimos rumbo a Noosa, un pueblo costero de Queensland, al norte del continente. Hemos pasado los primeros días de estas fiestas en un gran apartamento con piscina y otras comodidades que nos ha permitido cocinar y acercar, aunque fuera de una forma un tanto particular, las cenas y comidas navideñas de las que solemos disfrutar en casa. Así que el 24 hubo cena por todo lo alto y bailoteo y el 25 barbacoa en la piscina y jacuzzi. Por la tarde nos acercamos a visitar la playa y el pueblo, que como la mayoría de pueblos australianos que he visto hasta el momento es “mono” pero le falta algo… ¿Quizás historia? En fin, que el centro se reduce a una calle comercial con tiendas de grandes marcas y algún restaurante…ni plaza mayor, ni ayuntamiento, ni casco antiguo…

Noosa no era más que la primera parada antes de sumergirnos en la auténtica aventura. FRASER ISLAND.


Cuatro datos sobre la isla:

Es la isla de arena más grande del mundo. Sus dimensiones superan los 120 kilómetros de largo y los 15 kilómetros de ancho. Una de sus características más peculiares es que sus dunas de arenas pueden llegar a medir hasta 180 metros de altura.

En 1770 el Capitan Cook “descubrió” la isla y la llamó Indian Heads por la cantidad de aborígenes que vio. La isla obtiene el nombre europeo de Miss Eliza Fraser que junto a su marido naufrago allí en 1836. Ella sobrevivió gracias a la ayuda de los aborígenes, que habitaban ya desde hace más de 5000 años la isla. Según wiki, el nombre aborigen es K’gari.

Cuenta con una cantidad innumerable de bichos de todas las clases y proporciones. A destacar los dingos y tiburones que impiden que disfrutes de sus infinitas playas. Prohibidísimo el baño y ojito con esos perritos.


Y así fue todo:


Desde Noosa nos dirigimos a Rainbow Beach dónde un ferry llevaría el 4x4 a la isla. Al llegar cogimos la autopista o lo que es lo mismo, recorrimos la 75 mile beach. No tardamos mucho en ver el primer dingo, que parecía inofensivo a pesar de los mil carteles advirtiendo de su peligrosidad que hay en la isla. Por si acaso, ventanas abajo.

Entre los consejos que dan para prevenir o plantar cara a los ataques de dingo: no mirarles a los ojos, alejarse de ellos despacio sin darles la espalda, si atacan, responder con agresividad etc. En total quedan 150 en la isla, y la última victima mortal por ataque es de 2004.

Como era tarde, nos pusimos en búsqueda del primer camping y nos adentramos en los caminitos de la isla. Allí empezó la odisea.

En estos estrechos caminos de arena es fácil que los coches se queden clavados. Y aquí no hay otra opción: a salir y a empujar, ya sea tu coche o el de delante. Pues bien, esto nos pasó un par de veces y la noche iba cayendo…


Y la noche nos pilló. El coche clavado y todos estresados. Por suerte llegó un holandes (de aquí en adelante HE, holandes errante) y nos dio un par de consejillos. Entre ellos deshinchó un poco las ruedas del coche. Ni idea de donde salía el HE pero parecía que controlaba de mecánica. Menos gracia nos hizo ya cuando nos aconsejó que hiciéramos el resto del camino a pata y el conductor siguiera hasta el camping con el menor peso posible.

Refresco la memoria: Australia, de noche, bosque, sin luz, dingos, serpientes, mosquitos, cero sentido de la orientación, arena hasta el tobillo…la aventura estaba servida.


Pues eso, nos armamos con un palo, una linterna, mucha sangre fría y pa´lante y sin mirar atrás… El HE desapareció, pero Victor, una vez logró llegar al camping, nos vino a rescatar al bosque armado con su iphone. Nosotras llegamos asustadísimas pero sanas a la meta. No fue más de 1km, pero me pareció una eternidad. Acampamos y a dormir, que tanto agobio nos había dejado destrozadas.


A la mañana siguiente y aún con las duda de si el coche tiraría o no, nos dirigimos a Lake McKenzi, que es un lago de aguas cristalinas, DULCE y arena blanca…y lo más importante, sin bichos. Al agua!

Buscamos un rincón más íntimo, sin los cientos de aussies con la nevera y la birra montando jaleo. Y es que la estampa del lago pierde encanto cuando te ves rodeada de estos personajes que utilizan las típicas colchonetas de playa para transportar en el agua sus bebidas y plantan carpas donde el agua no cubre mucho para poder comer con los pies en remojo…

Estuvimos un rato pero aún había mucha isla que descubrir y no era cuestión de que nos pillara de nuevo la noche. Seguimos por la 75 mile beach hasta Eli Creek, un riachuelo donde los australianos-hooligans se bañaban cerveza en mano, ellas- maquilladísimas y también birra en mano.


Luego seguimos por la costa hasta encontrarnos con el barco Maheno. Un barco escocés construido en 1905 y que sirvió de hospital durante la Primera Guerra Mundial. En 1935, cuando lo dirigían a un astillero para desahuciarlo un ciclón lo arrastró hasta la costa de Fraser convirtiéndolo en uno de los iconos de la isla.


Tras este parón, seguimos el recorrido hasta una colina desde la que se divisan tiburones. No tuvimos que esperar mucho hasta ver el primer escualo. Aún desde la distancia y con la seguridad que da estar en tierra firme, su presencia impone.


Tras un agotador día buscamos de nuevo un camping antes de que subiera la marea y nos obligara a meternos de nuevo por los caminos. Con más fortuna que la noche anterior logramos instalarnos.

La verdad es que viendo lo preparadísimos que van los aussies a esto de las acampadas (había auténticos chalets de tela) nuestra inexperiencia era obvia… por no hablar de los experimentos que tuvimos que hacer para dormir ya que una de las tiendas que nos alquilaron estaba rota. Jo, yo la verdad, creo que no estoy hecha para el camping…soy más de apartamento con piscina y no de duchas públicas en las que pagas 1$ por 3 minutos de agua fría acompañada de una araña del tamaño de mi mano (y no, no exagero) …pero esta claro que para ver mundo hay que olvidar manías…

Como la noche anterior nos había dejado con algo de miedo, llegamos con suficiente antelación al camping como para cocinar tranquilamente y luego pasar un rato mirando las estrellas. En mi caso, más pendiente de los ruidos y bichos que del cielo…


La mañana siguiente la dedicamos a la visita del Lake Wabby y sus impresionantes dunas. Tras unos días de sol espectaculares, la última excursión la despedimos bajo la lluvia. Justo cuando empezábamos a comer, empezó a llover y como nos esperaba un track de 45 minutos hasta el coche, nos pusimos en marcha…


Y a recoger, y de muevo camino al ferry, y de nuevo camino a Brisbane donde hemos dormido en el aeropuerto hasta que ha salido nuestro avión a las 5 de la madrugada.


Equipo, han sido unos días fantásticos. Con anécdotas “a cholón”, en los que cada vigilat! era pronóstico de “gritos de júbilo”, en los que las despedidas eran augurio de risa segura (es la primera vez durante este mes que oír Aaaaadiós!, hasta luego!!! me produce alegría), sin olvidar el momento Flautista de Hamelin en el aeropuerto etc etc etc


A los que no habéis entendido este último párrafo, os dejo algunas imágenes que valen más que mil palabras…














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